jueves, 23 de noviembre de 2006

Somos lo que comemos


Impresionante. Sorprendente. Perfecta. El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante me encantó la primera vez que la vi. El desprestigiado e incomprendido Peter Greenaway por su afán de conseguir un cine puro sin alardes efectistas ni grandes historias, nos trae una película sobre la venganza, un plato que se sirve... ¿frío? No, en esta ocasión no. La película transcurre en un restaurante: cada una de sus salas representa un pequeño mundo (el párking, la cocina, el comedor y los baños). El cocinero sirve comidas exquisitas; el ladrón fanfarronea con sus secuaces; su mujer mantiene una relación ilícita con un hombre; y el amante está adentrándose en el mayor problema de su vida.

Los aspectos técnicos són perfectos. Una ambientación sublime, unos personajes bien caracterizados, interpretados principalmente por Helen Mirren (perfecta) y Michael Gambon (espectacular). La música, de Michael Nyman, inigualable; ningún otro compositor podría sumerger tanto su música para fundirla con las imagenes que transcurren ante nuestros ojos; unas imágenes que se asemejan a una coreografía artística implacable. El vestuario, impresionante y diseñado por Jean-Paul Gaultier Y el final... BRUTAL!!! MENUDO FINAL!!! UNO DE LOS MEJORES QUE HE VISTO EN MUCHO TIEMPO!!!

Personalmente, es una pena que Greenaway no se le valore un poco más. Sus películas, El contrato del dibujante, El vientre del Arquitecto, Las maletas de Tulse Luper y muchas otras, poseen características inigualables que convierten a este director en lo que es: alguien que pretende renovar el cine.
Esta película sólo la recomiendo a la gente que adore el cine de autor, a quien no le guste el cine actual (entendiendo cine actual como películas "americanas" o de la misma índole). Aunque tengo que reconocer que no es una cinta para estómagos delicados. Ahí lo dejo...

"¡Me lo comeré! ¡Me lo comeré!"

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