
La historia empieza cuando un arquitecto, interpretado por el notable Brian Dennehy en uno de los pocos papeles como protagonista, llega a Roma acompañado de su esposa para asistir a la inauguración de una exposición dedicada a Boullée. No obstante, el arquitecto siente un malestar en su interior, una enfermedad se está desarrollando en su estómago. Poco a poco se convence a él mismo de que su esposa, quien mantiene una aventura amorosa con otro arquitecto, lo está envenenando poco a poco.
La ambientación de la cinta es espectacular. Además, Greenaway convierte cada plano, cada escena, en una simetría perfecta entorno a las grandes construcciones romanas. Todas las imágenes están perfectamente equilibradas. La música, de Wim Mertens con la colaboración de Glenn Branca, es absorbente e introduce al espectador en el mundo “onírico” de la película.
En fin, El vientre del arquitecto es una obra de arte de Greenaway, aunque como ocurre siempre con este director, no todo el mundo está dispuesto a dejarse seducir por el encanto de la imagen y dejar a un lado las tramas complicadas.